Releyendo Alicia en el país de las maravillas, la obra clásica de Lewis Carroll, me detengo en una escena singular. La valiente protagonista cae a un pozo profundo, mira hacia arriba y se pregunta quién es por primera vez en su vida. ¿Quién soy? Pero a la vez está harta de su extraña situación. Espera con ansiedad que alguien aparezca en el borde del gran agujero y por lo menos la ayude a entenderse como persona. Aunque, pasadas unas horas, lo que desea en realidad es que un ser caritativo se asome ya no con fines psicológicos sino con la intención clara de liberarla. Al borde de un ataque de nervios lo dice Alicia con todas las letras. ¡Estoy tan cansada de estar sola aquí abajo! Dada la situación, claro, habrá que ayudarla a salir de ahí.
L.
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