Tras el nuevo hundimiento del Titanic ha quedado una única balsa flotando en el ancho y proceloso mar. No es una embarcación digna de ese nombre. Es un bote inflable con escasa autonomía de navegación. Peor. Un bote débil que un tiburón bien entrenado podría hundir con un solo movimiento de la cola. Los sobrevivientes al nuevo naufragio se aferran como pueden a esa especie de canoa construida con dura madera. Mujeres semidesnudas pierden el pudor y se dejan arrastrar hacia la nave. Caballeros de galera y simples panaderos en desgracia han formado una cadena con igual destino. Los niños callan. Queda una sola balsa para todos. De ningún modo está asegurada la salvación del grupo. Enormes bloques de hielo amenazan a los costados. Ninguno de los tripulantes sabe cómo se usan los remos y qué rumbo tomar. Es de noche y el frío muerde los huesos. Pero no hay otra salida y los que aún viven lo saben. Luego del nuevo hundimiento del Titanic ha quedado una única balsa temblorosa y leve flotando a la deriva en el ancho y proceloso mar.
L.
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