Es tan difícil armar un lazo entre dos personas que no deja de asombrar la facilidad con que puede deshacerse. Hay en el mundo muchas caras y pocos rostros. Demasiadas paredes y casi ninguna ventana. Hasta que de pronto ocurre el milagro. Las huellas en la arena se cruzan y el público observa con incredulidad. El acontecimiento sin embargo es efímero. Construir una pequeña flor es un trabajo de siglos. Destruirla no lleva más de dos minutos.
L.
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