Para los podridos poderes que gobiernan el mundo resulta demasiado fácil desatar una guerra. El mecanismo es tan conocido que por momentos aburre. Primero se genera un enemigo malo, muy malo, algo parecido al tiburón de las películas. Los medios hegemónicos se ocupan de difundir la maldad de los malos y gran parte de la gente, que en realidad está mirando celulares o bebiendo o bailando en el Titanic, acepta la historia, compra la historia, deja actuar a los señores de la guerra. Ellos saben cómo hacer las cosas. La guerra es por encima de todo un gran negocio. Es también un movimiento estratégico de ocupación de territorios, eliminación de gobiernos adversos, conquista de zonas que prometen gas, bases militares y petróleo. Los civiles muertos, ya sean miles o millones, son etiquetados como daños colaterales. Hay una única víctima de las guerras y son los pueblos del mundo. Pero esto último a nadie le importa demasiado. Tan fácil matar. Tan difícil hacer vida.
L.
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