sábado, 27 de septiembre de 2014

Salvación por el riesgo

Me dice Johana, una amiga francesa que conocí en uno de esos bares donde se practican idiomas dos veces por semana, que tuvo mala suerte en el amor. Me dice que siempre la cagaron, que la usaron como un trapo, que la abandonaron apenas se distrajo. Conclusión de Johana. Dado que el paquete del amor incluye una parte nada despreciable de angustia y sufrimiento, bueno, mejor dejar el amor de lado y dedicarse a otra cosa. Le digo lo que siempre digo en estos casos. Entonces no cruces la calle porque te pueden atropellar. No nades en el mar porque podés ahogarte. No tomes ni comas nada. Alimentos y bebidas pueden estar contaminados. No respires, no sueñes, no escribas, no tengas hijos, no viajes. El simple hecho de existir anticipa la interrupción, es decir, la muerte. ¿Vamos por eso a abandonar el mundo para sentirnos más seguros? ¿Dejaremos un amor posible por su condición de imposible como totalidad? ¿Es imaginable un cielo sin nubes, una luna sin lado oscuro, una fiesta interminable? Johana se cansa de mi discurso tedioso, se levanta y se va. Iba a proponerle salvación por el riesgo pero el tiempo no alcanzó.
L.

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