viernes, 1 de julio de 2011

Cuarta conclusión


Un ejemplo ayudará a entender mejor la cuarta conclusión del día. Inicialmente el bebé alucina la teta, es decir, no llora, no reclama sino que alucina y con eso le basta. En la etapa siguiente, cuando el hambre aprieta, el bebé siente que debe hacer algo más que alucinar. Entonces grita, llora, patalea, muerde. La madre entiende claramente el mensaje y le da de mamar. En cualquier momento de nuestras vidas, ahora mismo, suele pasarnos algo parecido al ejemplo propuesto. Y por favor no me vengan con el chiste de que los hombres vivimos alucinando tetas. Me refiero a que idealizamos situaciones, nos contentamos con eso y con lo que podría denominarse autoerotismo. Posponemos la acción concreta a cambio del ensueño y los eternos proyectos. Postergamos siempre y no ponemos el cuerpo. No lloramos ni pataleamos. Vivir rumiando angustias no resuelve nada. Al contrario. Agrava todos los problemas. La acción, en cambio, por más que duela y cueste, alivia y cura. Por delicadeza perdí mi vida, advertía Rimbaud. Y así es.
L.    

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