viernes, 1 de julio de 2011
Tercera conclusión
Cada uno puede hacer con su vida lo que quiera. Puede y debe hacerlo ya que de ese modo se conectará con su deseo. Un hombre puede aprender chino, tocarle el culo a una pasajera en el subte, escribir un cuento, ser infiel o comprar una moto. Una mujer puede hacer pilates, desnudarse en público, estudiar la carrera de medicina forense o teñirse el pelo de rojo. Más allá de toda consideración moral o ideológica el campo libidinal es prácticamente infinito. Pero ese hombre y esa mujer deben saber que, hagan lo que hagan, tendrán que pagar por ello. Deben saber que nadie se salva del peaje en la autopista. Algunos se ilusionan con la posibilidad de avanzar sin consecuencias. Eso puede funcionar, y hasta cierto punto, en el corto plazo. Pero a la larga, sí o sí, pagan todos.
L.
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