viernes, 2 de septiembre de 2011
Malas palabras
¿Existen las malas palabras? No sé qué pensar. Admitir semejante cosa implicaría aceptar la existencia de palabras buenas. ¿Y cuáles serían éstas últimas? Hoy, en uno de mis trabajos, hice una pequeña encuesta. Pregunté a mis colegas cuáles eran las peores palabras o frases insultantes que preferían por sobre todas las demás. Porque, no nos engañemos, a todos nos gusta usar palabras fuertes en determinadas situaciones, en especial cuando de insultar se trata. La lista es larga y no la voy a reproducir completa por cuestiones de urbanidad y espacio. Las que recuerdo son, entre otras, lareputamadrequeteremilparió, boludo, la concha de la lora, una palabra rara que se usa en el interior (papuda), pelotudo, orto, conchuda, culeado, en fin, por ahí fue la cosa. Ante una respuesta de un compañero recordé algo leído en un libro psicoanalítico dedicado a las llamadas malas palabras. La expresión andá a la concha de tu madre -según afirma el libro escrito por el rosarino Ariel Arango- equivale a decirle al agredido que vuelva a meterse por el mismo lugar donde salió, es decir, que desaparezca del ambiente para siempre. Más allá de estas consideraciones, ciertas o rebuscadas, no puede negarse que las malas palabras o como se llamen son esencialmente terapéuticas y alivian la tensión. En resumen. Que nadie puede prescindir de ellas.
L.
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