miércoles, 6 de junio de 2012

Bradbury II



No me gustan las necrológicas ni nada parecido. No me propongo ahora, por eso mismo, hacerle un homenaje a Ray Bradbury quien acaba de morir a los 91 años en la ciudad de Los Ángeles. Bradbury era un ángel. Eso sí. Nunca subió a un auto y se trasladaba entre las nubes en una vieja bicicleta. Sus crónicas marcianas, donde denuncia la aniquilación total de una cultura por parte de los Estados Unidos, me acompañan desde siempre. Su novela Farhenheit 451, escrita a mediados del siglo pasado, anticipó el mundo de hoy con una precisión más que asombrosa. El escritor imaginó una sociedad apenas ligada entre sí por unos aparatitos con cable instalados en las orejas. Como el visionario que era prefiguró los televisores de pantalla gigante que ya ocupan paredes enteras en casas y departamentos. Supuso, como está ocurriendo hoy, que la lectura iba a convertirse en un ejercicio practicado apenas por unos pocos marginados sociales. El resto celebraría diariamente una felicidad impostada y ciega y todo el mundo se pondría narices de payaso para no pegarse un tiro. Bradbury poeta. Bradbury espíritu alado. Bradbury el hermano que hubiera querido tener. Recuerdo vagamente a Clarice, la protagonista de Fahrenheit, de quien me enamoré de una vez y para siempre. Y recuerdo una frase al pasar leída en esa novela. Somos miles de millones y nadie conoce a nadie.
L.

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