Lunes maldito y bendito lunes, avalancha de tareas y mareas, otra vez las órdenes, los gritos, la obediencia sin luna y sin luz. Otra vez la semana viniéndose cuando lo que uno desea o desearía es quedarse en la cama observando el techo sin estrellas o viendo cómo las palabras y las cosas se deshacen en las manos como polvo, como arena, como hojas diez mil veces quebradizas y resecas. Lunes. Avalancha sin sol. Una cruz apretada con los brazos en gruss. Abrir la puerta y entregarse una vez más a lo que venga o, sí, se vaya.
L.
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