Decía Freud que cada uno de nosotros está constituido por marcas de objetos olvidados. Cada persona que amamos o conocimos, cada playa o montaña, cada río, cada arruga o pliegue que besamos o tocamos, cada libro leído, cada viento en la cara. Esas marcas invisibles nos constituyen y son, en definitiva, lo que somos. De poco sirve que intentemos ignorarlas, negarlas o incluso matarlas.
L.
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