miércoles, 6 de junio de 2012

Remedio para melancólicos

Pálida, temblorosa, en estado crítico, Camila, una joven hermosa y triste, padece de una larga enfermedad. Los mejores médicos de la región no aciertan con el diagnóstico. En un intento desesperado los padres de Camila sacan la cama a la calle, con la enferma casi muerta y envuelta en una manta. La dejan ahí como a la espera de un milagro. Luego de varias horas se detiene frente a ella un joven mendigo, al menos eso parecía, de ojos azules y vestido con sucios harapos. El hombre le dice a todos que Camila está enferma de melancolía y que él conoce el tratamiento para salvarla. Pide que la muchacha vuelva a ser llevada a su cuarto y el desconocido se encierra con ella por unas horas. Todos esperan, desconfiados, en la puerta. Pasado el plazo entran a la habitación y no pueden creer lo que ven. Camila sonríe, tiene colores divinos en el rostro, está curada. El joven, silencioso y calmo, la acaricia recostado junto a ella. Un poco después los padres de Camila bailan de felicidad. Es la historia que se cuenta en Remedio para melancólicos, un relato inolvidable de Ray Bradbury, muerto hoy en la ciudad de Los Ángeles.

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