miércoles, 18 de junio de 2014

Amor y afinidad

¿Quién dijo que para enamorarse hay que pensar igual sobre todas y cada una de las cosas? ¿De dónde salió la idea de que los orgasmos y marasmos llegan como fruto de una identificación total en la pareja? Al contrario. Si el otro o la otra se convierten en meros espejos de nosotros mismos el resultado será, por lo menos, tedioso y para nada enriquecedor. El amor se nutre de afinidades, es verdad, pero también y sobre todo de las diferencias. El otro integrante de la pareja recorta nuestro yo en expansión, le pone un freno, y en ese acto hay algo sano, liberador, algo muy amoroso también. Amamos en los otros algo que ya está en nosotros. Pero también eso que no conocíamos y sorprende y, sí, encanta en todos los sentidos posibles.
L. 

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