martes, 17 de junio de 2014

Desde lejos


El mundo se ha convertido en una enorme consola desde la cual unos pocos deciden la vida o la muerte de muchos. Por vía financiera o militar, una bandada de buitres y drones, un pequeño pero efectivo grupo de soldados de traje, corbata y buenos modales, define el destino de hombres, mujeres, niños, animales, plantas, mares y ancianos. Lo deciden con la frialdad característica de los robots, de las máquinas perfectas, de los dioses sin piedad. La lucha entablada no se libra cuerpo a cuerpo. No se ve sangre en las calles ni se siente el suave olor de la carne cruda o asada. Nadie ya hace el amor sino la guerra más brutal que se haya conocido. Se trata esta vez de un combate limpio donde la atroz caída de pueblos enteros se decide mirando una pantalla de playstation, jugando por vidas o puntos, matando por puro aburrimiento. ¿Estaremos llegando al límite? ¿Habrá una tregua para esta guerra de caballeros gentiles y perfumados? ¿Duele menos el dolor por vía civilizada y sin heroísmo? Una sola cosa es cierta. El mundo se ha convertido en una enorme consola desde la cual unos pocos sentencian la vida o la muerte de muchos. Y muchos se parece en este caso a la palabra humanidad.
L. 

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