martes, 17 de junio de 2014

Desocupado II

Enfrento en la semana entre ocho y diez trabajos diferentes. Es una cantidad respetable para no decir desesperante. Y sin embargo me considero un desocupado total y completo. No tengo nada que hacer en ninguna parte. Circulo apenas como el agua de un río que pronto será cascada. Pese a todo estoy siempre dispuesto a hablar con cualquier persona y a hacer tareas que no me corresponden. Si el reloj molesta lo arrojo por la ventana o lo aplasto con el pie. Si alguien me lo pide apago el celular o lo olvido para siempre. Nada para mí es tan importante como ejercer a fondo el arte de no hacer nada. Los que se mueven a mi alrededor, en cambio, están de verdad muy ocupados. Son metódicos, van de aquí para allá, participan de eventos, salen de compras, no tienen tiempo para nadie ni para nada. Pareciera por momentos que de ellos depende el equilibrio del mundo y sus alrededores. No entiendo lo que pasa. Debo ser un tremendo irresponsable, un vago, un perfecto inútil. Lo que para los otros es decisivo se vuelve casi un juego para mí. Es más. En mi tarjeta de presentación figura claramente el nombre de mi oficio y el título que me habilita a ejercerlo con dignidad. Desocupado.
L.

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