martes, 10 de junio de 2014

El desencanto

La culpa del desencanto la tiene el encanto superlativo, el sueño convertido en camino de salvación, la idealización como forma de vida. Hasta podría decirse que la culpa del fracaso radica en la ilusión. El porvenir de todo absoluto es el derrumbe. No habría desilusión si evitáramos ilusionarnos en exceso. Tampoco habría desencanto si dejáramos de creer en los cuentos de hadas y los peces de colores. Es cierto que la vida no tendría gracia sin cuentos de hadas y sin peces de colores. Pero también es verdad que no pueden ser esas las únicas bases de la existencia humana. Conviene, en algún momento, soltar el globo que inflamos con tanto esmero y dejarlo volar y volar hasta que desaparezca, sí, en el alto cielo.
L.

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