martes, 17 de junio de 2014

Poetas desocupados

Cartas a un joven poeta, clásico librito de Rainer María Rilke (1875-1926), debería ser leído con urgencia por todos los escritores o aprendices del oficio. Ahí se enterarán, unos y otros, que los versos no nacen de los sentimientos sino de la sangre de cada cual. Nace la poesía en la voz propia que Rilke eleva a la condición de ley. El autor checo la emprende contra los críticos literarios, contra los periodistas, contra los que miran hacia afuera pensando en publicar lo que escriben con la mayor celeridad. El escritor sugiere no componer poemas de amor, descartar los motivos generales, tener fe en la belleza por sobre todas las cosas, no apurarse. Una obra de arte es buena si es producto de la necesidad, dice también. Rilke predica la soledad del creador a la vez que asocia el sentimiento artístico con la sexualidad bien entendida, y practicada, y con un ajustado ejercicio del ocio. Se trata de vivirlo todo, concluye en la última carta. Y de paso advierte que lo importante, por ejemplo escribir, es difícil. Y si algo cuesta, insiste el poeta, es justamente hacia ahí donde debemos ir. También es bueno amar, desliza. ¿Por qué? Justamente porque el amor, al igual que la poesía, es difícil.
L.

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