Nunca amamos a nadie, dice Fernando Pessoa en uno de sus manifiestos característicos. Amamos solamente la idea que nos hacemos de ese alguien. Es a un discurso nuestro, en suma, a nosotros mismos, a quien amamos en realidad. Esto es verdad en toda la escala del amor. En el vínculo sexual buscamos un placer propio obtenido por intermedio de un cuerpo extraño. En el amor diferente del sexual buscamos placer y lo recibimos a través de una idea también nuestra. Hasta aquí lo que dice el gran poeta de Lisboa. ¿Será así? ¿Se aman las ideas entre sí? ¿El placer no es compartido? ¿Nos seduce apenas la idea previa que nos hacemos del ser amado? Habrá que pensarlo. Tenemos todo el fin de semana para hacerlo.
L.
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