Conversaba anoche con dos amigas acerca del discurso amoroso. Las dos se quejan de que los hombres ya tienen un discurso armado para casi todo. Por ejemplo para dejarlas. El problema soy yo, les dicen como si fuera la primera vez. Sos divina pero necesito estar solo para pensar. Lo mismo pasa en la fase de conquista. Tenés unos ojos hermosos, nunca vi nada igual, ¿y si vamos a un lugar más tranquilo? Después vendrán los TKM por celular tres o cuatro veces al día. Y luego el hoy no puedo pero mañana sí. Y por fin una ex novia de la que nunca pudieron separarse del todo que retorna a escena. Frases hechas, gestos repetidos, declaraciones tan falsas como conmovedoras. Siendo así las cosas ni siquiera hace falta hacer el amor dado que el amor ya está hecho. Cocinado. Quizás debamos reinventarlo, soñarlo, destruirlo y refundarlo. Despojarlo del romanticismo barato, empalagoso y pueril. Dotarlo de palabras nuevas que surjan solamente del puro impulso vital. De las ganas. Como una ola de mar que naciera más allá de toda lógica. Un acto deseado y no resignado. Revolución en el amor o muerte del amor.
L.
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