sábado, 13 de septiembre de 2014

Debe haber un dios entre los pliegues

Debe haber un dios entre los pliegues de su remera azul en la silla. Debe haber un dios que sueña algo en la pieza del hotel por horas. Una música debe haber. O un sol. O una cara blanca de japonesa. Algún misterio debe haber en la mochila, en el fuego apagado, en las medias tan dormidas. Porque si no es imposible. No se entiende el silencio de las moscas. No se entienden los crespones al viento. No se entiende la pura tristeza de los cuerpos. Debe haber un dios entre los pliegues de la remera azul en la silla. Sí. Debe haber un dios. O dos.
L.

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