Una lectura atenta de El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha nos pone en contacto íntimo con un libro fundamental donde brillan perlas únicas. Una de ellas tiene lugar cuando el caballero de la triste figura se topa con un grupo de pastores de cabras. Eso está narrado en el capítulo 61 bajo el título general De lo que sucedió a don Quijote con unos cabreros. Cansado de andar por un mundo que lo rechazaba siempre a palazos el caballero andante es bien recibido y cuidado por un grupo de campesinos. Como compensación el ingenioso hidalgo pronuncia para ellos un discurso que hoy le hubiera costado primero la libertad y luego la vida. Sólo por lo que ahí dice el caballero figuraría en la lista de detenidos-desaparecidos. Sería claramente un subversivo, un guerrillero, un terrorista alojado ya no en la Mancha sino en Guantánamo. Lo que dijo el hombre es lo siguiente: "Dichosa edad y siglos dichosos aquellos a los que los antiguos pusieron nombre de dorados. Los que vivían en esa edad ignoraban las palabras "tuyo" y "mío". En esos tiempos todas las cosas eran de propiedad común. A nadie le era necesario, para alcanzar su ordinario sustento, más que alzar la mano y alcanzarlo de las robustas encinas (...) Todo era paz entonces, todo amistad, todo concordia. No había fraude ni engaño ni pestilencia. Y las muchachas casi no usaban vestidos más allá de los que cubren lo que debe cubrirse. Ellas iban libres y señeras pensando no como ahora en nuestros detestables siglos de malicia y mezquindad". El caballero pronunció esta improvisada arenga inspirado en unas bellotas que los cabreros le habían ofrecido. Bellotas, belleza, sencillez, propiedad común, libertad. Un paraíso del que fuimos expulsados.
L.
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