Lo que más me impresionó de mi ya superado paso por las redes sociales es la evidente necesidad que tiene alguna gente de revelar sus detalles más íntimos. Alcanza con darse una vuelta por los perfiles de Facebook para comprobarlo. Hombres y mujeres se exhiben casi hasta ahí o también hasta allá. Acaso quieren mostrar al mundo que tienen protuberancias notables, que son felices, que toman ricos tragos, que están disponibles para lo que sea. Y eso para no hablar de los textos horribles que se leen ahí donde la gente cuenta que va al baño, que tiene sexo, que come pizza, que baila y que tiene, además, nivel cultural y un millón de amigos. ¿La intimidad como espectáculo? Puede ser. Pero no voy a teorizar sobre eso porque aburre. El humilde consejo que doy a todo aquel que quiera escucharme es que abandone ya mismo las redes...que por algo se llaman redes. Invito a todos a recuperar la libertad individual, último reino que nos queda, y que la aprovechen no para mostrase al mundo como dios los trajo al mundo (es metáfora) sino para encontrarse consigo mismos acaso por primera vez en la vida. Recuerden. Las redes sacan a los peces del agua donde eran libres.
L.
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