Aquí se la conoce como yerbera. Paula lo niega y asegura que el nombre real de esta flor es gérbera. Eso será en los jardines de Cali, me burlo mientras sigo el vuelo errabundo de un pez en las alturas. Luego empieza una discusión que sólo termina cuando comprobamos que la fulgurante yerbera o gérbera se ha marchitado. El nombre importa menos ahora. La flor, el amor, la juventud, el entusiasmo, la turgencia de las carnes y las ideas –la vida misma- son lluvias pasajeras. Volvemos entonces a la vieja senda de vivir cada día como si fuera el último. Retomamos el consejo de aprovechar el instante y dejarnos afectar por lo que sea. Muchos se enojan ante el continuo desmoronamiento de las cosas. Les cuesta admitir que algo, justamente por ser efímero, vale el doble. La vida eterna, una gérbera o yerbera siempre viva, sería intolerable.
L.
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