viernes, 5 de septiembre de 2014

Paula Stereo

Lo que voy a contar sucedió un poco antes de que nevara en Buenos Aires. Eso fue en julio de 2007 aunque no estoy seguro. Igual el día exacto no viene al caso. Mi novia de entonces era joven y ostentaba una belleza deslumbrante. Verla desnuda era un premio que yo no merecía. Cuando salía de la ducha escasa que había en mi departamento de entonces ella se estiraba tan alta y esbelta como era y me preguntaba si su abundante pelo lacio y negro, que goteaba todavía en el piso del baño, le llegaba a la cintura. Yo le decía que sí aun sabiendo que los deseos no siempre coinciden con las realidades. El cuerpo de Paula, porque así se llamaba, era de todos modos impactante. Hasta mis peces la miraban asombrados desde los vidrios musgosos de la pecera. Un día Paula me convenció de que fuéramos juntos a River para ver un show de la última gira latinoamericana de Cerati y sus ex compañeros de Soda Stereo. No voy a contar lo que pasó ahí porque tampoco viene al caso. Paula se subió a mis hombros y desde arriba agitaba los brazos en un arrebato de exaltación lírica. En plena Ciudad de la furia se quitó la remera y la agitó como bandera invencible. Observé a los músicos un poco fríos, como la nieve, pero el recital fue grandioso. ¿Julio de 2007? ¿Se llamaba Paula realmente? ¿Le llegará hoy el pelo hasta los pies? Imposible saberlo. Pero el jueves no pensé tanto en Cerati como en la escena del baño y la cintura. No sé cómo terminar esto. O sí. Voy a robarle palabras a un poeta español que ahora debe estar tomando unas cañas con Gustavo en algún mesón del cielo. Menos tu vientre todo es confuso.
L.

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