Toda la literatura, aún la muy fantástica y delirante, es realista por donde se la vea. ¿Por qué? Porque bien mirado el mundo real es muy delirante y fantástico. Es raro también. Es extraño como un extraño desaparecido en la esquina. Es raro como una flor de alta montaña. Ocurre que nos negamos a mirar la vida con suficiente atención. ¿Quién mira hoy a su alrededor? ¿Quién mira otra cosa distinta, hoy, a una pantalla inteligente y tonta? Pocos. Tan pocos que da pena. Están todos ocupados en cosas importantes. Pero son las cosas sin importancia las que verdaderamente nos desvelan. El amor. El mar. La muerte. Leía recién un cuento donde un personaje dice de pronto que los que mueren en el desierto no van al cielo sino al mar. No conozco el mar, se le responde. El mar es como el desierto pero con agua, insiste el personaje. Un diálogo como éste es real y maravilloso al mismo tiempo, o, también, fantástico y delirante como la realidad.
L.
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