Cuenta Clarice Lispector, en A descoberta do mundo, cómo se le reveló, pasados los trece años, el complejo mundo de la sexualidad. Un día una compañera de la escuela le dijo todo lo que sabía al respecto y la escritora brasileña quedó, como ella misma dice, paralizada. La impresión fue tan grande que se juró a sí misma que nunca se casaría. Pasado el primer impacto, no obstante, todo cambió. En vez de escandalizarme al conocer la manera en que un hombre y una mujer se unen -escribió- pasé a ver el acto como una señal de gran perfección y delicadeza. Lo más sorprendente para Lispector fue comprobar que aún conociendo la cuestión en detalle el misterio principal permaneció intacto. Aunque sepa que de una planta brota una flor sigo sorprendida con los caminos que adopta la naturaleza. El pudor puramente femenino se mantuvo. Pero juro -concluyó Clarice por si no se entendió- que la vida es hermosa.
L.
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