martes, 6 de diciembre de 2011

Figuras

Recuerdo un juego habitual en las revistas infantiles de otros tiempos. Una página mostraba una serie desordenada de puntos que, al ser unidos entre sí con lápiz o birome, daban paso a una figura inesperada. Podía ser un ciervo, un elefante, la cara de alguien. No era difícil. Apenas había que seguir el caminito señalado por esas marcas parecidas a granos de arena o de cal. Pensé, pienso, en las figuras que armo ahora, hoy, siguiendo una serie bien elegida de puntos negros y por lo general inmutables. Del enlace entre ellos surge la misma y aburrida escena de siempre. Y esa cara, o ese animal, se me vienen encima como espejos o sombras de algo que ya no quiero ser ni por error o accidente. Me pregunté, me pregunto, si no será hora ya de mezclar arbitrariamente el orden de los puntos, o, mejor, de borrarlos a todos, libre de figuras y caminos trazados en el aire con lápiz o birome. Despojarme al fin, digo, de toda imagen cristalizada que me condicione o ahogue. Pienso o pensé en aprender a vivir la vida sin ampararme, como antes o ahora, en dibujos tan mal hechos por la arena de la desgracia.
L.  

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