El fin del amor, es decir, su finalidad, es dejar de ser para convertirse en otra cosa. ¿Una rosa? No. Sería demasiado cursi o predecible. Otra cosa es cualquier cosa, a saber, un perro abandonado, un pez, una larga promesa de lunas enterradas. El final de un amor, es decir, su extinción, es una prueba de que la muerte anda suelta por el mundo. Pero ninguna puerta se cierra totalmente. Y todo lo que muere resucita al tercer día. Vuelve, claro que sí, convertido en forma nueva. El amor no tiene fin ni finalidad. Por eso vale tanto y sobrevive reencarnado en cualquier cosa, es decir, un perro abandonado, un pez, una larga promesa de lunas enterradas.
L.
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