martes, 13 de diciembre de 2011

Lectura y tetas


Leo la carta enviada a los medios por un profesor colombiano que, hace unos días, sobrepasado por la apatía desesperante de sus alumnos, renunció a su cátedra. El hombre, docente de Comunicación en la Universidad Javeriana de Bogotá, duda sobre sus métodos de enseñanza, acaso antiguos, pero, a la vez, hace comparaciones históricas. Dice que cuando él tenía veinte años, la edad promedio de sus alumnos, fumaba marihuana "como un rastafari" y tenía una debilidad muy especial por contemplar y sobre todo tocar las tetas de las mujeres. Añade en la carta que si se pusiera a contar las cosas que hizo en tal sentido sentiría algo parecido al pudor. Aún así, entre tetas y porros, el actual profesor leía y leía bien. Leía poesía, ficción, ensayos, filosofía. Ahí parece estar la diferencia principal. La lectura, con o sin tetas, duplica el mundo, despierta el pensamiento, permite compartir vidas no vividas, despierta la curiosidad en un sentido amplio. Camilo Jiménez, el profesor vencido, puso punto final a su carta, como dice él, con un nudo en la garganta. Puedo entenderlo.
L.

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