lunes, 5 de diciembre de 2011

Todo en su lugar


El cuarto ahí -como siempre- inundado de sueños nocturnos. El mar en el mismo sitio que ocupaba el mar. Mucho espacio para que pase el viento en movimiento. Mucho viento para llenar los agujeros en el cielo. No hay barcos. Bajo los pies se tiende una rara alfombra de caracoles destrozados. Andrea los llama conchas, como debe ser, pero aún así le pido que baje la voz. No hay perros en Playa Invierno. Cuando los pescadores lanzan el plomo se van los peces y no queda nadie ya con quien hablar. O sí. Un hombre solo en la cima de un faro. Y una luz tenue que corta en pedazos el día que se aleja.
L.

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