De pronto parece que recordar es cosa de viejos chotos. De pronto el pasado ha pasado a ser el enemigo. Algo así como el culo de la historia. La menor referencia a lo ocurrido así sea el día de ayer o anteayer es vista como señal clara de una nostalgia enfermiza, una pesadez, algo así. Los felices llegan y dicen que tenemos que sacarnos los ojos de la nuca. Eso dicen. Dicen y ordenan que debemos mirar hacia adelante. Nada más que hacia adelante como los pobres automovilistas de la autopista del sur. Ocurre que adelante no hay nada que mirar. Atrás tampoco. Pero hay tanto en lo vivido y experimentado para escribir y reescribir que es, casi, lo único que tenemos. Lo único. El despreciado y terrible y amadísimo pasado.
L.
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