La prensa canalla y servil, algunos políticos y sindicalistas entrenados, los policías vocacionales, los poderosos del campo y la ciudad, los banqueros y los reyes del egoísmo sistemático usan la estrategia del miedo para defender intereses indefendibles, para facilitar golpes de Estado o desestabilizar gobiernos democráticos que afecten sus intereses así sea de manera muy leve. El miedo siempre funcionó como veta electoral y como punta de lanza de las élites en todo tiempo y lugar. La gente en general vive con miedo. El miedo forma parte de la mecánica social. Hombres y mujeres cierran ventanas y puertas de una manera casi instintiva. Hombres y mujeres caen fácilmente en pensamientos paranoicos, ven al enemigo en cualquier parte, esconden billetes y joyas bajo el colchón, hasta prefieren dejar de amar. Los podridos poderes del mundo conocen de sobra esa casi incurable debilidad. Trabajan con ella lenta pero eficientemente. ¿Puede hacerse algo para desarmar o al menos amortiguar la estrategia del miedo? Muy poco. Pero aún así habría que intentarlo. Salvación por el cambio. Salvación por el riesgo, por el humanismo, si es que algo así existe aún, y por la dignidad.
L.
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