Existir es estar dispuestos no sólo a vivir momentos felices sino también desgraciados. No sólo a disfrutar de grandes pasiones sino también a padecer todo tipo de desgracias. No sólo a protagonizar lindas caminatas junto al mar sino, también, a exponerse y recibir en el cuerpo y el alma heridas profundas. Heridas de amor, heridas de guerra, heridas por el simple hecho de habernos atrevido a abrir la boca y hablar cuando era y es necesario. Hablar, actuar, resistir. Se trata, en cualquier caso, de heridas que vale la pena recibir. Benditas heridas sin las cuales la vida no sería vida sino apenas un simulacro de esos que no nos dejan nada, ni siquiera una herida.
L.
viernes, 30 de noviembre de 2012
Palabra y acto
Muchos actos atroces se ahorrarían si antes de cometerlos fueran llevados al plano del lenguaje. La humanidad demoró milenios en sofocar impulsos culturalmente aceptados en sus orígenes (la antropofagia por caso) para recuperarlos mediante fórmulas del lenguaje poético o familiar. Ya nadie o casi nadie come a su novia. Se lo dice y listo. Lo que pasa después se parece algo a la gastronomía pero también se aparta de sus aspectos más literales. Un hombre ya no mata al amigo o enemigo durante una discusión en un café. A lo sumo lo amenaza con hacerlo puré o, como mucho, cagarlo a trompadas. El lenguaje tiene la virtud de convertir en símbolos algunas pulsiones que, primitivamente, podían cumplirse sin dañar la norma. Decir es una cosa y hacerla es otra. Es cierto que en casos extremos el decir y el hacer retoman su unidad originaria. Algunas personas se toman las metáforas demasiado a pecho. En el delicado campo de la sexualidad se habla mucho más de lo que en efecto se concreta. Frases de camioneros al estilo de te chupo toda, por ejemplo, raramente se traducen luego y por completo en el acto prometido. Tampoco es extraño que la mujer aludida por tamaña promesa se queje luego de la inevitable y fatal parcialidad.
L.
L.
Dos palomitas
Frente al escritorio de la oficina hay un gran ventanal y es poco lo que se ve ahí. En el fondo hay una altísima pared casi totalmente cubierta por una especie de hiedra que va trepando hacia arriba en lento desorden. Cada tanto el viento mueve las hojas de un lado a otro y es algo lindo de ver. Hay, por último, una escalera de incendios de la especie caracol. Este aburrido prólogo tiene que ver con lo que realmente importa. Todas las tardes irrumpen en el escenario dos palomas torcazas que, evidentemente, confunden la escalera con un pino o un álamo. No aparecen porque sí ya que tienen un objetivo claro. Con veloz energía se dedican a armar un nido en uno de los escalones. Lo componen con estilo, cuidan la forma y trabajan duro. Sigo ese ritual cada vez que puedo alzar la cabeza por encima de la pantalla. Una vez terminada la obra las palomas salen de paseo y entonces baja un empleado, el encargado de barrer la escalera, y con la escoba desarma en un solo gesto el resultado de una labor obstinada y titánica. Lo increíble de la historia no es eso. Porque al día siguiente, como si nada pasara, como si no existieran las escobas ni los encargados, vuelven las torcazas a la tarea de siempre y nunca. Arman nuevamente el nido perfecto y frágil. Insisten como si estuvieran locas o drogadas, y, quizás, en esa absurda actitud, se esconda la última esperanza del mundo.
L.
miércoles, 28 de noviembre de 2012
Dispersión blogger
Lo más difícil de un blog es cuidar la coherencia temática. Leo las últimas entradas y el conjunto parece una radiografía del desastre y el caos mental. Libros, personajes, Chile, escritura, sexo, digresiones, ideogramas, océanos y regresiones. ¿Habrá llegado la hora de cambiar de rumbo y fundar un espacio temático? ¿Tendremos que suspender el blog hasta que aclare? Igual no es lo único difícil de este oficio diario. Lo más arduo acá -lo casi imposible- es lograr que alguien diga al menos un hola, o un chau, al pie de los posteos...
L.
L.
Sexo y escritura
En literatura resulta más fácil escribir cosas como "hicieron el amor toda la noche", o ella "le practicó sexo oral" a su amante, que presentar la situación, describirla, profundizar en los detalles, cuidar la música del lenguaje y dejar que a través del ritmo asome el sentido. Los escritores lo saben. En esos momentos críticos hace falta sobre todo talento, imaginación y, por qué no, honestidad brutal. Lo mismo se aplica al relato de un viaje, de un paisaje, de una historia de amor o de odio, de una aventura cualquiera. Mostrar y no decir. Presentar y no representar. En eso consiste todo. Pero qué difícil es llevar estas ideas al acto de escribir. Por momentos parece más difícil eso que hacer el amor, sí, toda la noche.
L.
L.
Agenda 2013
Cuando veo que se venden ya las agendas del año 2013. Cuando las vidrieras y los mercados y las calles empiezan a llenarse de patéticas guardas con luces, arbolitos y papánoeles. Cuando escucho palabras como fiestas, vacaciones, distracciones y diez mil etcéteras...tomo conciencia una vez más de que el tiempo es veloz y es implacable. No lo vimos pasar cuando pasó. Por alguna razón nos creemos eternos pero, por si acaso, vamos eligiendo con rara anticipación la agenda 2013. Nos dejamos llevar por una certeza estúpida pero no por eso menos estimulante. Hasta fin de año queda un mes aún, y, quién sabe, pueden producirse enormes cambios en el último minuto.
L.
L.
Autodefinición del blog
Si la memoria no me falla creo que fue Ernst Jünger -historiador, filósofo, ensayista y escritor alemán- quien empleó varias veces en su diario la expresión caza sutil. Quería referirse de ese modo a una de sus distracciones favoritas, la caza de insectos, en oposición a la caza mayor que requiere más esfuerzo, mejor equipo, superior entrenamiento y un considerable poder de fuego. La idea me pareció perfecta para definir el sentido sin sentido de este blog que no pretende hacerle daño a los elefantes, como sí lo hace el rey Juan Carlos en la sufrida España de hoy, pero tampoco a los mosquitos, a las personas o a las verduras. ¿Qué culpa tiene el tomate? La absurda cacería de Suspendelviaje se propone apenas atrapar ideas que andan por el aire, palabras evadidas de las cárceles, imágenes que se nutren de la lluvia. Aquí renunciamos a las declaraciones solemnes, a la poesía barata y cara que adorna y trastorna a las redes sociales, al tono impostado de los que se creen sabios, profetas o poderosos. Caza sutil. Una actividad inútil que, sin embargo, apuesta a ser útil, para no decir fundamental, en los siglos que vienen o se van.
L.
martes, 27 de noviembre de 2012
Una filosofía de la ilusión
Es interesante comparar al Quijote de Cervantes con Emma Bovary, la desangelada protagonista de una célebre novela de Flaubert. El contraste resulta notable más allá del tiempo y el contexto que media entre ambas obras. A fuerza de leer novelas de caballería Don Quijote acaba por considerarse caballero andante. Emma, envenenada de novelas románticas, se identifica demasiado con las heroínas. Hay sin embargo una diferencia notable entre ambos personajes. Quijote resuelve sus fracasos en el ámbito de la locura. Para él los molinos son gigantes y punto. El caballero de la triste figura supone que tiene el poder de transformar el mundo exterior hasta reducirlo a la dimensión de sus sueños. En Emma Bovary se produce el fenómeno contrario. Su experiencia de vida amorosa va recortando la ilusión. Y cuando soñar le resulta ya imposible (cuando se da cuenta de la pequeñez de las pasiones que el arte exagera) supone que la vida es inútil y se mata. La existencia se había convertido para ella en una gran estafa. Cervantes, en resumen, elabora una teoría de la salvación desafiando "lo normal". Flaubert busca por otro lado y convierte la tesis del desengaño en una filosofía de la ilusión. Ningún camino es ideal. Ningún camino es errado.
L.
L.
Chile, museo de la amnesia
Si no fuera por el calor de estos días y por la gran cantidad de autos y carabineros que circulan por las avenidas como insectos eléctricos, Santiago de Chile sería una ciudad muy atractiva, juvenil y adorable. Y en parte lo es. Muchos parques, lindas chicas, un montón de bares donde es posible tomar cerveza o pisco sour, barrios elegantes como Ñuñoa o Bella Vista, este último al pie del cerro de igual nombre, por donde puede caminarse a ritmo lento y con placer. En otro punto de la capital chilena, cerca de la estación de metro Quinta Normal, al 500 de la calle Matucana, se alza imponente el denominado Museo de la Memoria. Fui a visitarlo el domingo en la ilusión de encontrar ahí un relato consistente y veraz sobre la sangrienta caída de Salvador Allende, el compañero presidente, y el consiguiente éxito militar y cultural del pinochetismo en gran escala. Pero nada de eso alcancé a ver en lo que ahora decidí llamar museo de la amnesia. La refinada y sobria arquitectura del lugar, con salones gigantes, limpitos y cuatro pisos amplios para recorrer, se ocupa de encubrir, más que descubrir, todo lo ocurrido en el país vecino. Ni una foto de Allende, ni una explicación de nada en las paredes, ningún aporte a la necesaria memoria histórica. Eso lo percibí mejor en los silencios profundos de las poblaciones, en la palabra temblorosa de los que de veras hacen la historia, en los rastros de la presente rebelión estudiantil que lucha por la gratuidad de la enseñanza, en algunas tumbas despiertas del cementerio general. Museo de la amnesia. País del no me acuerdo. Esa es, al menos por ahora, la fórmula perfecta.
L.
L.
Reglas del juego
El movimiento de un peón de ajedrez no nos enseña nada si no comprendemos antes las reglas totales del juego. La frase pertenece al escritor peruano Julio Ramón Ribeyro y aparece en un ensayo del autor de La palabra del mudo junto a una serie de preguntas igualmente interesantes. ¿Qué es el hombre en el mundo actual? ¿Cómo entenderlo hoy si sus relaciones con la naturaleza, la sociedad o la ciencia han cambiado radicalmente? ¿Acaso no es necesario comprender el todo para llegar alguna vez a identificar la parte? La estimulante idea es aplicable al periodismo, al amor, a la literatura, a la vida. Los fragmentos en sí mismos sirven de poco. Buscar la totalidad en el detalle. Entender el detalle como parte del conjunto. Es posible que en ese ida y vuelta surja, tal vez, la claridad.
L.
miércoles, 21 de noviembre de 2012
Suspendelblog
A partir de ahora y hasta el martes 27 este blog se llama a silencio. La frase es rara. Uno puede llamarse Carlos o cualquier cosa. Uno puede, incluso, callar. Pero no hay manera de llamarse a silencio en un espacio que desde siempre fue y será mudo. ¿Acaso no existe la palabra como forma exquisita de nombrar la ausencia? En fin. Para qué seguir. Este blog tiene ya 1.865 entradas donde se tocan todos o casi todos los temas imaginables. Hay con qué entretenerse, entonces, si lo que se busca es eso. Desde ya se aceptan y esperan nuevos seguidores de Suspende. También comentarios, a favor o en contra, al pie de los posteos. Estos últimos, en el caso de que aparezcan, serán leídos y publicados, como se ha dicho, el martes 27.
L.
La partida
Aquí todo es perla, pez, pradera. Aquí todo es sustancia. Hay una verdad que no alcanza a pronunciarse. Y una orilla que se borra en las manos de la niebla. La mesa a una hora, la cama sin cubierta, la invisible oscilación de una cortina. El paisaje es azul como el cielo de la infancia. Y afuera suenan campanas de muerte o casamiento. Lo mismo da. Aquí todo es canción, perla, pez, pradera. Aquí todo es sustancia. Hay una verdad que no alcanza a pronunciarse.
Y una orilla que se borra en las manos de la niebla.
L.
Y una orilla que se borra en las manos de la niebla.
L.
lunes, 19 de noviembre de 2012
Un amor cortés
Giovanni es el hijo menor del primer capataz que tuvo la finca de mi padre. Lo conocí cuando él tenía unos ocho años y yo tenía cinco. Desde el principio nació algo especial entre los dos. Mientras mi papá y los demás hombres se dedicaban a marcar el ganado y las mujeres a caminar por los potreros, Giovanni y yo salíamos a cabalgar hacia el río. Él me prometía tortugas, babillas y culebras. Y casi siempre cumplía sus promesas. Fuimos creciendo y la relación era la misma. Cómplices de aventuras en el campo. A veces me ponía celosa cuando otra niña de ciudad llegaba a la finca y él tenía que dedicarle los mismos cuidados que me proporcionaba a mí: cerciorarse de que las riendas del caballo estuvieran bien puestas y que la piel blanca de la citadina no se viera afectada por demasiados mosquitos, sol y sudor. Nos enamoramos con ese amor adolescente que parece tan eterno e inevitable. Pero era un amor cortés, de miradas y caricias que nacían cuando él me daba la mano para cruzar un riachuelo o para bajar de un árbol de guayabas. Al final tuvimos que separarnos. Él se fue a vivir con una muchacha de la vereda, un poco mayor que él, llamada Nirza, a quien no le simpatizaba mucho. Eso lo supe cuando tuvieron su primera hija. Él llamó a mi mamá para decirle que la niña se iba a llamar Andrea. Pero su mujer impuso las condiciones y le dio el nombre de la protagonista de la telenovela de moda: Juana Valentina. Y así terminó todo.
Andrea
Andrea
Cambiar el eje
Es bien sabido que nuestra idea del amor entre los sexos es distinta a la de los antiguos griegos y orientales. El culto del amor en Occidente es un culto al sufrimiento considerado como símbolo supremo (el paradigma de la Cruz lo dice todo). En Oriente, en cambio, hay una versión si se quiere más razonable y positiva del amor. Lo que se busca en tal caso es una forma de trascender o evadir el castigo del sufrimiento por la habilidad personal para conseguir en la pareja algo de tranquilidad y equilibrio. Durante dos mil años ha estado de moda entre judíos y cristianos rimar la palabra amor con el dolor. La contribución moderna a esa idea consiste en descubrir que la elaboración de obras de arte, y la aventura del amor sexual, son las dos fuentes de sufrimiento más exquisitas. De acuerdo. Pero a eso habría que añadir algo más. Sin negar la importancia que tiene, el amor no debería ser el eje de nuestros días. Un cambio de eje, quizás, contribuya a desdramatizar la cosa...al menos un poco.
L.
domingo, 18 de noviembre de 2012
Paulas
Veo dormir y despertar a Paula después de una larga y deslucida noche y alcanzo a ver en ella, también, una cifra casi interminable de Paulas multiplicadas en el borroso espejo del tiempo. Paula amada, Paula madre, Paula esposa, Paula puta, Paula soñada y leve y más lejana. Es inútil que crea descubrir en ella a una única persona, es decir, la que de pronto se resume en un solo cuerpo y espíritu donde se unen, se reúnen y fusionan las aguas del cielo y el infierno. Infinitas Paulas desplegadas en la cama doble así como son dobles o triples las figuras del deseo. La que ahora se sienta en el colchón y apoya la cabeza en la almohada que se ahueca es, en rigor, una desconocida completa. La mujer inabordable que ni siquiera se llama Paula. Una extraña que habla en lenguas igualmente ajenas pero que al levantarse, al fin, como sonámbula, vuelve a ser la única Paula que conozco. Una sola y oscilante Paula que es una y todas y ninguna.
L.
L.
¿El infierno son los otros?
La frase, así traducida al español en múltiples versiones, pertenece a Jean Paul Sartre. El infierno son los otros. ¿Es exagerada? Veamos. A los no griegos los griegos los llamaban bárbaros, es decir, seres que se vestían raro y emitían sonidos balbuceantes e incomprensibles. Y dado que no había manera de entenderlos lo más indicado era expulsarlos, en el mejor de los casos, o directamente eliminarlos. Para separarse de los Otros, los romanos levantaban grandes redes de fronteras fortificadas. A quienes llegaban de ultramar los chinos los llamaban yang kui, o sea, monstruos marinos. Y también los combatían. Las últimas versiones cinematográficas de Batman y James Bond proponen un enemigo malo, muy malo, entre árabe y terrorista, a quien los buenos vencen en las últimas escenas. Cada uno de nosotros tiene a su vez un bárbaro en su agenda de enemigos. Frente al otro, cualquier otro, pueden hacerse tres cosas. Ignorarlo es una de ellas. La otra es eliminarlo. La última es tender un puente hacia el prójimo próximo o lejano. Y no un puente virtual sino material, real, palpable. Acercarse, tocar, incluso amar. Esta opción no parece imponerse. Entonces sí. El infierno son los otros y, de ese modo, el mundo elige un suicidio elegante y puro. Distinto sería todo si los hombres y las mujeres dejáramos de vivir rodeados de espejos y los cambiáramos por vidrios transparentes que nos permitan ver la otredad. El paso siguiente consistiría en romper el vidrio.
L.
L.
sábado, 17 de noviembre de 2012
Paraíso perdido
Todo era natural entonces. Natural y encantador y bello. Y cuando digo todo no exagero. Pienso en sus maneras de atarse y desatarse el pelo, las caminatas lentas por la orilla, las bromas en código, los besos inesperados y profundos. No había puerta que no se abriera para nosotros. Todo tan directo, nuevo e inmediato. Hermoso mientras duró. Y si uso la palabra entonces es porque no sé en qué momento ubicarlo o a qué persona estoy aludiendo exactamente. Hay un entonces para mí que no tiene nombre ni lugar. Pero es ahí, y en ninguna otra parte, donde quisiera esconderme para siempre.
L.
L.
viernes, 16 de noviembre de 2012
El olvido que seremos
No sé cómo surgió esta mañana, en un taller literario a mi cargo, un debate acerca de la memoria imposible. Empezó una rubia diciendo que no existen los momentos inolvidables. Dijo que todo, incluso aquello, será olvidado sin remedio. Pregunté entonces a cada uno si podía ubicar un momento vivido como absolutamente inolvidable. En la charla pasaron accidentes, culpas, secretos inconfesables, miedos, caballos, abrazos que ya no son. Luego un silencio pesado se expandió en el lugar. ¿Será que lo inolvidable, a la larga, será también olvidable? Con esa pregunta en el morral cada uno se fue yendo hasta que me quedé solo, como siempre, en el aula sola, pensando una vez más en el olvido que seremos.
L.
L.
Valparaíso
Debe ser el viento que empieza a soplar y soplar al mediodía. De pronto arrasa y se adueña del lugar. Los marineros se encierran a beber pisco en las tabernas gastadas del centro. Las putas se asoman a los balcones y descuelgan blusas y bombachas recién lavadas para que no se las lleve el duro ventarrón. Pasado el peligro Valparaíso se ilumina como la torta de un gigante enamorado. Los cerros que bordean la costa titilan como constelaciones y en las calles se exhiben pescados largos y lustrosos. A esa hora, mientras los buques esperan turno para entrar al puerto, la multitud empieza a ralear. En las caletas hay música y lámparas de cabaret. Y en la escollera hay hombres silenciosos que miran el mar porque no pueden ya dormir. Arriba, en los cerros, las casas cuelgan del aire y ahí van a seguir hasta que algún día el viento se las lleve. Al llegar la noche los pobladores de Valparaíso sobreviven en estado de rara somnolencia. A lo lejos se oye el oscuro y persistente chirriar de los viejos ascensores. Los pobladores suben y se alejan para mirar, desde muy alto, el esplendor indescriptible del puerto más hermoso de la tierra.
L.
jueves, 15 de noviembre de 2012
Escribo para saber qué pienso
Generalizada y errada idea según la cual se escribe para comunicar un conocimiento previamente masticado. Errada y generalizada idea. Suele ocurrir exactamente al revés. Conocemos y entendemos un poco la realidad, o eso que llamamos realidad, solamente cuando escribimos acerca de ella. Porque escribir es un pensamiento gráfico que se genera en el acto mismo de hacerlo. Ese acto nos permite acercarnos a algo que hasta ese momento se presentaba confusamente o de manera incompleta, velada, caótica, fugitiva. La escritura es más pobre pero más clara que la vida, resumió Kafka.
L.
L.
miércoles, 14 de noviembre de 2012
El paso del tiempo
No se ve fácilmente el paso del tiempo. No se ven los días pasar como las aguas de un río turbulento. No se ve nada en realidad. Por eso creemos a veces que un día es igual a otro, que mañana será lo mismo que mañana y que pasado no traerá más novedades que el día de ayer o el de anteayer. No se ve el lento y demorado trabajo de la muerte en cada instante de pena o felicidad. Todo parece tan natural que nos acostumbramos a la vida y terminamos viéndola como algo monótono y eterno. Las transformaciones sin embargo se producen de una manera invisible y constante. No se ve fácilmente el paso del tiempo. Y eso que podría considerarse una sana virtud es la mayor desgracia. Dejemos ya de dormir y despertemos por fin. Veamos las aguas del tiempo volar sobre nuestras cabezas. Y tomemos posición ante el desastre mucho antes de que se concrete. En algún lado -dice la diosa bella, sensual y solitaria- en algún lado hay que pararse.
L.
L.
Una hermosa criatura
Marilyn tomó demasiadas pastillas ayer. La habían dejado sola. Le habían mentido. Algo así dice una vieja y recordada canción de Serú Girán. No sé por qué pienso en eso ahora. Por algo debe ser. Abro un libro de Truman Capote y leo unas pocas líneas como para cerrar el tema. La divina mujer hablaba con su entrevistador y le hizo una pregunta difícil. Si alguien llegara una vez a preguntarte cómo era yo, como era Marilyn Monroe de verdad, ¿qué le responderías? Apuesto a que le dirías que yo era una loca o una especie de banana split. Capote hace un paréntesis. (La luz se iba. Marilyn parecía diluirse en ella, mezclarse con el cielo y las nubes, retirarse más allá de todo. Yo sentía deseos de elevar mi voz más alto que los gritos de las gaviotas para pedirle que volviera. ¡Marilyn! ¡Marilyn! ¿Por qué tuvo que terminar todo de ese modo? ¿Por qué tiene la vida que ser una mierda tan asquerosa?)
TC: Yo diría...
Marilyn: No alcanzo a oírte.
TC: Diría que sos una hermosa criatura.
L.
TC: Yo diría...
Marilyn: No alcanzo a oírte.
TC: Diría que sos una hermosa criatura.
L.
Miércoles difuso
Apenas puedo saber que es miércoles. Voy a escribirlo para que me quede más claro. Hoy es miércoles. Ya pasó el mediodía y todavía mi vida no ha sido justificada. Pasarán la tarde y la noche. Pasarán las aguas de todos los ríos y los mares. Ríos de lágrimas. Mares de aceite. ¿Quedarán peces atrapados en la red? ¿Habré dejado alguna huella que le sirva a alguien para guiarse? ¿Tendrá alguna utilidad este día difuso y confuso como todos y cada uno de los días?
L.
L.
Amor difuso
Todo lo que se escribe en un blog es una carta de amor encubierta. ¿Dirigida a quién? A nadie o a todos. Se trata de un amor difuso como lo son todos los amores que se jactan de tener un objeto claro y excluyente. Pienso en las cartas que Franz Kafka le escribía a sus novias en tiempos donde el mail por suerte no existía. Más que cartas de amor eran textos provisionales que ayudaban al escritor a hacer soportables la distancia y la ausencia. A Felice Bauer, una de sus mujeres de turno, llegó a escribirle tres cartas al día. Otros escritores como Rilke, Thomas Mann o Hesse dedicaron una parte considerable de sus vidas a componer desbordantes correspondencias. Kafka, que mientras se alejaba buscó siempre la cercanía, prefería el medio lento y exigente del género epistolar. Le costaba hablar por teléfono, y más con mujeres. Cartas. Sólo cartas. Una fantasía casi del autor que sueña que la mujer no es sólo objeto sino también sujeto del amor supuesto. Amor. Palabra inútil.
L.
martes, 13 de noviembre de 2012
Hay locuras
En 1984 el famoso montañista Reinhold Messner encaró la ascensión de los dos picos Gasherbrum en el altísimo Himalaya. Fue un viaje sin precedentes. Messner concretó una escalada de siete días de duración sin oxígeno y sin llevar material especializado. El hombre apenas sobrevivió a la aventura. ¿Por qué sentía Messner, quien había perdido a su hermano en una expedición similar, la necesidad de escalar esa montaña por segunda vez? Fue una de las preguntas que le hicieron al regreso. Alguien quiso saber si el escalador no pensaba que estaba un poco loco por seguir subiendo montañas que pueden ser su tumba. La respuesta de Messner no demoró en llegar. Toda la gente creativa está un poco loca, respondió.
L.
L.
Entrevista
Acabo de ser entrevistado por treinta, cuarenta o aún más chicos y chicas que están en cuarto grado de una escuela primaria cercana a mi barrio. La iniciativa tiene que ver con un proyecto de radio impulsado por la maestra a cargo del grado. En ese contexto se produjo un diálogo cuidadosamente preparado por los alumnos que, antes, y con una buena guía de la docente, investigaron sobre mi persona como astutos detectives, leyeron parte de mis libros y hasta entraron varias veces a este blog con una lupa gigante. Se sorprendieron del nombre, suspendelviaje, de las fotos donde se ve gente desnuda, de algunos escritos que se publican acá. No conozco a un solo periodista o estudiante de periodismo que hoy sea capaz de hacer preguntas tan profundas y meditadas como las que me hicieron esos chicos de entre ocho y nueve años. Entusiasmados con la charla los alumnos de delantal blanco y ojos brillantes hasta sacrificaron un recreo para no interrumpir el rico intercambio. Después hicieron fila para despedirse con un beso, o regalarme un dibujo que hicieron mientras yo hablaba, o pedirme el mail para seguir dialogando, etcétera. La maestra encantada. Yo encantado. Y la sensación de que hay esperanzas. Voy a decirlo de otro modo haciendo uso de la clásica pregunta de Fito Páez. ¿Quién dijo que todo está perdido?
L.
L.
El artista
El artista de verdad no deja marcas personales en la obra. Un cuadro de Van Gogh, por ejemplo, un cuadro como Noche estrellada de Vincent Van Gogh, es algo en sí mismo. Nada nos dice la obra de cómo vivía el autor, o de las pinturas que usó en ese caso preciso o de sus técnicas específicas. La marca del autor está sólo en la singularidad de su ausencia, es decir, siguiendo el ejemplo tomado al azar, Van Gogh se vuelve notorio por la forma que ha elegido para desaparecer del cuadro. Veamos un ejemplo más. Un buen mago es quien oculta sus trucos con asombrosa habilidad. El conejo sale de la galera sin que el público pueda saber ni el cómo ni el por qué. La marca del mago radica en la singularidad de su ausencia, es decir, su genialidad de vuelve notoria por la forma que ha elegido para ocultar la trampa. En el amor pasa lo mismo. Y en la vida también.
L.
L.
lunes, 12 de noviembre de 2012
Sentimientos
Manejarse en la vida por impulsos no es bueno. Pero a veces resulta inevitable. Confiar en los sentimientos porque son espontáneos tampoco es bueno. Es tan fácil sentir algo de repente como dejar de sentirlo, también, de repente. Procesos muy similares provocan, en momentos distintos, sentimientos opuestos. Y así con todo. Lo que alegra a algunos entristece a otros. Y de nada vale refugiarse en el mito de los puros y eternos sentimientos humanos. Algo más. Admitir la existencia de impulsos sentimentales ajenos a la razón obliga a concluir que nuestro concepto de la razón es básicamente erróneo.
L.
L.
Fumadores
El fumador conoce de sobra el daño que puede causarle el cigarrillo. Lo sabe perfectamente porque un médico se lo ha dicho o porque lo ha leído en alguna parte. Por eso resulta inútil insistir por ese lado. Hay algo más fuerte que el saber y es la ignorancia. Y hay algo todavía más poderoso que la ignorancia y es el goce o la satisfacción inmediata. El fumador es un adicto al veneno y, secretamente, dedica una energía enorme al objetivo inconsciente de morir antes de tiempo. Parece una locura pero así es. Lo más grave es que los fumadores disfruten del cigarrillo delante de personas no fumadoras. He visto madres embarazadas fumando, es decir, poniendo en grave riesgo la sobreviviencia del bebé. He visto a padres fumar en familia. Al hacerlo, esto también se sabe, convierten a sus seres presuntamente queridos en fumadores pasivos, es decir, en gente lista para contraer dolencias mortales sin haber dado jamás una sola pitada. ¿Y a qué viene este discurso tan obvio, tan largo y tan inútil? Pensaba en las multitudes que de tanto en tanto salen a fumar en las calles de Buenos Aires. Pensaba en el odio irracional y tan amenazante de esos hombres y mujeres que carecen de argumentos pero fuman en las calles hasta llenarlas de humo. A la larga no sólo se harán daño a sí mismos sino que convertirán a los cuarenta millones de argentinos en enfermos terminales. Ojalá no pase. Ojalá.
L.
L.
domingo, 11 de noviembre de 2012
Un pesimismo optimista
Decía Séneca, el gran filósofo romano, que la verdadera causa de la ira y la desesperación de tanta gente es la esperanza alimentada en dosis excesivas. Tener expectativas altas sobre lo que va a pasar deviene, por lo general, en frustraciones inenarrables. Decía Séneca que una visión pesimista de la existencia, en cambio, prepara mejor a la gente, al menos psicológicamente, para aprender a soportar las cosas que no salen bien, los planes que no se cumplen, las ilusiones que fracasan. Séneca debió suicidarse por orden del emperador Nerón, quien fuera su discípulo. El filósofo lo hizo en calma y sin lágrimas. Ya había dicho él mismo que de nada sirve llorar por un momento cuando toda la vida es, en rigor, una especie de llanto eterno. Con lucidez inusual Séneca aplicó su filosofía a sí mismo y de ese modo, de paso, nos enseñó a vivir más felices por el solo hecho de no esperar eso que el mundo no puede ni quiere ofrendarnos.
L.
L.
Sin amos
Aprender a vivir sin amos. Qué difícil. Sin nadie que nos diga lo que debemos decir, cómo debemos actuar, de qué lado dormir en la cama, a quién amar y a quién dejar de amar. Emanciparnos. Qué difícil. Aprendiendo a vivir sin padre ni padre ni novia ni novio ni jefe ni jefa ni rey ni reina ni cuerpo docente. Sería cómo vivir de pronto a la intemperie. Bajo la lluvia y sin paraguas. Bajo las bombas y sin refugio. Entre disparos y sin chaleco antibalas. Sin duda es más cómodo vivir rodeado de amos que nos tengan el destino programado. Pero qué triste. Pero qué inútil y aburrido.
L.
L.
Ella dice
En tiempos remotos ella decía que hay que salvar al viento. Ahora piensa distinto. Ahora dice que quiere salvarse del viento. Hay un viento atroz, insiste sin que nadie la escuche. Un viento que consume hasta los deseos. ¿Habrá un presagio oscuro en ese viento? Ella pide ayuda en el desierto. Y dice. ¿Nadie puede hacer algo para que el viento se calme? ¿Acaso no entienden los árboles que así no hay manera? Lo difícil es aceptar la vida, dice ella mientras riega las plantas del patio. Antes de irse escribe algo en una pared. Y dice.
El único remedio contra la locura es la inocencia de los hechos.
L.
El único remedio contra la locura es la inocencia de los hechos.
L.
sábado, 10 de noviembre de 2012
El poeta
El poeta, si de verdad es poeta, no escribe poemas, no recibe premios, no lee a micrófono abierto en cafés literarios, no se hace el poeta, no se emborracha ni se desnuda ni se droga para impresionar a las damas ardientes, no usa metáforas en su vida cotidiana y muy raramente habla de poesía con los amigos. El poeta, si de verdad es poeta, hace poesía con su vida, se aísla y se conecta, apenas muy apenas, con el dínamo de las estrellas. A veces camina en círculo por su cuarto. O por un bosque de ser eso posible. O cerca muy cerca del mar. Pero después no escribe ni una sola línea para nadie. Y no lo hace porque no lo hace. El poeta vive el instante y ama con desesperación. Siente la muerte cerca. Pero también siente la vida. Porque el poeta, si de verdad es poeta, sabe que su destino es inevitablemente trágico. O porque lo ha leído en biografías. O porque así son las cosas. El poeta, si de verdad es poeta, renuncia a todo menos a la esperanza de tener esperanza. Y no porque crea que vendrá alguien a salvarlo. No hay salvación. Sino porque en su balanza de pluma y vacío la vida habrá pesado, sí, mucho más.
L.
L.
Vivir
La experiencia de vivir -la difícil, desafiante, maravillosa y terrible experiencia de vivir-poco tiene que ver con el entretenimiento, el consumo y la estupidez como opción de existencia. De esto último quieren convencernos los que deliberadamente confunden vida con celulares, hamburguesas, sexo divertido, adicciones varias, conversaciones huecas y redes sociales con fotos de lindos perritos. Vivir es entregarse a ese asombroso privilegio que tenemos los que habitamos hoy este planeta en llamas. Vivir es aceptar la frustración, la sucesión de fracasos, los breves pero intensos momentos de felicidad, el dolor, la angustia, la plenitud. Vivir implica también un grado de responsabilidad social, política y ambiental. Vivir es luchar cada día, cada instante, por mejorar el entorno, favorecer la inclusión social, los derechos humanos y una justa distribución de la riqueza. El individualismo extremo, el egoísmo, sólo sirven para agravar los problemas. La vida, como la luna, tiene al menos dos caras. La metáfora perfecta es el Titanic. En un extremo del buque la gente se ahoga irremediablemente. En el otro extremo los músicos interpretan la más bella sinfonía de todos los tiempos.
L.
L.
viernes, 9 de noviembre de 2012
Retrato
Un signo de lluvia entre los pechos. Un sol derramado tan atrás. Dos lunas de esmeralda en las orejas. De pronto silencio. De pronto sal. Ella viene del mar y con la mano se tapa la boca. Ríe y dibuja una gaviota. Me cuenta que ha soñado, que ha subido a un velero, que un hombre la dejó y otro está lejos. Hay una mujer que no quiere o no sabe o no puede. Pero avanza contra el viento en la ciudad.
Cuando me abraza ya es tarde para todo.
Cuando me abraza ya es tarde para todo.
L.
El egoísmo
El egoísmo suele adoptar formas muy bellas y aún encantadoras. Algunos mezquinos de alto rango son buenos poetas y hasta marchan por las calles como lo hicieron siempre los que sueñan con un mundo solidario y justo. Oh sí. Se cubren de flores, clarines y banderas de la patria, hacen el amor con un altísimo grado de entrega y sentido de lo sagrado y alumbran la noche con luces de todos los colores. El egoísmo jamás se muestra en público como lo que verdaderamente es. Si lo hiciera la impresión general sería pésima. Por eso el egoísmo se disfraza de comprensión, de alegría, de ansias de cambio, de una imbatible preocupación por los otros y, sobre todo, de buenas maneras. Pero cuando el show termina y los egoístas regresan a casa, caen las ropas y las máscaras. Hay olor. Asoman las partes más oscuras y mejor cubiertas. Y el destino tiembla, oh sí, como un niño al descubrir las primeras heladas del invierno.
L.
L.
jueves, 8 de noviembre de 2012
Paciencia
La enseñanza de cualquier cosa requiere de parte del maestro una dosis grande de paciencia. Las ideas son complejas, la vida es compleja, la explicación más compleja aún. Y ni hablar de la comprensión. Pero si el procedimiento es justo y la insistencia pasa a convertirse en una especie de fe, bueno, hasta es posible que una semilla ligera se instale entre algunos alumnos en cierto estado de latencia o dormida vibración. No es fácil adivinar cuándo florecerá o despertará aquello que se ha plantado con una dosis grande de paciencia. Quizás el milagro ocurra cuando el maestro ya no esté al alcance del discípulo. Pero a la larga su palabra pasará a convertirse en un oasis imprevisto y húmedo para el gran Sahara del planeta.
L.
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Los esclavos
Salen a veces los esclavos de sus jaulas y piden justicia para sus amos. El comportamiento es extraño pero cierto. A veces de sus jaulas salen los esclavos. Arrastrando cadenas lo hacen y aún en medio de crueles latigazos. Es raro lo que les pasa. Piden los esclavos más libertad para sus amos. Más todavía. Salen a veces los esclavos en defensa ardiente de la esclavitud. La jaula es cómoda, dicen algunos y avanzan pesadamente con un pie atado a gigantes bolas de plomo. Salen a veces los esclavos de sus jaulas y piden justicia para sus amos. Algunos entre ellos se sorprenden. No lo pueden creer cuando lo ven por televisión. Los esclavos, dicen, deberíamos luchar contra nuestra humillante condición de esclavos. Pero pocos los escuchan. Salen a veces los esclavos y piden justicia para sus amos.
L.
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El viaje
Paula me propuso que viajemos y acepté. Mencionó un lugar más o menos cercano, más o menos lejano, en todo caso muy relacionado con el vínculo que nos une. Por eso vamos a iniciar el recorrido. Para ir todavía más a fondo en una búsqueda hacia adentro que iniciamos hace cuatro años. Porque el único viaje que verdaderamente importa -dijo Paula en voz baja y dije yo en voz aún más baja- es el que tiene por destino lo mejor y más profundo y secreto de nosotros mismos.
L.
miércoles, 7 de noviembre de 2012
Ciudad sin agua y sin luz
Acaba de volver la luz a la casa. Media luz en realidad. Pero eso sí. No hay una sola gota de agua. Eso significa muchas cosas que cualquiera, incluidos los extranjeros que entran a este blog, puede entender. Entre ellas la imposibilidad de bañarse. O la dificultad mucho más grave que radica en la imposibilidad de beber. Y eso para no hablar de otras necesidades elementales que tenemos los seres vivos. La situación, por lo tanto, es propicia para meditar. Lo que se necesita para vivir es mínimo. Ni shoppings ni celulares ni pantallas planas ni tablets ni ropa nueva ni comidas especiales ni viajes ni libros ni nada. Apenas agua, luz y aire. Con esos tres elementos alcanza para sobrevivir un tiempo razonable. Todo lo demás es superfluo. Habrá que pensar más en estas cosas sobre todo en el siglo, éste, que se anuncia como el de las guerras por el agua. ¿Exageración? ¿Fin del mundo? ¿Profecía de los mayas?
L.
L.
La libertad
Algunos supuestos libertarios interpretan el sentido profundo y amoroso de la palabra libertad como una especie de peaje sin costo alguno para pasar por todas las autopistas del mundo. Es gente que no está dispuesta a pagar el precio de los actos. Pero eso es imposible si se tienen en cuenta las leyes de la física, la economía o del comportamiento social. Uno puede hacer con su vida lo que quiera. Un hombre, por dar un ejemplo vulgar pero expresivo, puede tocarle el culo a una mujer en la calle o en el metro. Puede realizar su deseo con entera libertad. Pero si lo hace debe saber también que se expondrá a una cantidad infinita de consecuencias desagradables. Dicho más directamente. Ese hombre tendrá que pagar por su gesto de libre albedrío. Es, podría decirse, como la ley general de las compensaciones. Pero algunos supuestos libertarios que están enojados con la realidad presente -que como toda realidad es en parte enojosa- no asumen la segunda parte, es decir, el pago. Y por eso salen a la calle, gritan y odian con una energía digna de mejores causas. Porque no quieren pagarle nada a nadie. Quieren ser libres en la acepción más rudimentaria, triste y peligrosa del término.
L.
Apolíticos
Mucha gente que me rodea se jacta de ser apolítica, es decir, de no inmiscuirse en asuntos relacionados con los partidos, los gobiernos o cualquier cosa que se parezca a una toma de posición sobre algo o alguien. El fundamento de semejante indiferencia nunca es del todo claro. Dicen algunos que para qué meterse, que igual nada puede cambiarse, que mejor dedicarse a la familia, al sexo, al amor, a los viajes y, ya que estamos, al consumo en todas sus formas. Apolíticos, abúlicos, apáticos. Los tres adjetivos empiezan con la misma letra. Lo que no saben, o prefieren ignorar, es que la política se mete con ellos así se hagan los distraídos. Tampoco digo que sea necesaria la militancia en tal o cual grupo. Simplemente hablo de compromiso mínimo con los otros, con la naturaleza, con la justicia social, con la defensa de los derechos del hombre. El problema se presenta quizás a la hora de elegir qué rumbo adoptar. Cualquier sentido es mejor que ninguno, responde Nietzsche desde lejos.
L.
L.
martes, 6 de noviembre de 2012
Anotaciones en el blog
Hace demasiado calor en Buenos Aires para esta época. El clima es buen tema para conversar en la oficina o el colectivo. Pero qué decir que no se haya dicho ya sobre el asfalto derretido, el infierno, la crispación de los espíritus empobrecidos. En situaciones como estas el blog es buen sitio para hacer anotaciones inútiles. Eso es. Libreta de apuntes o como se la quiera llamar. ¿Discurso automático? También. Eso es el blog. No está pensado para adornar la pantalla con bonitas palabras. Tampoco la idea es dejar escritas acá palabras horribles. El blog no está pensado para nada en realidad. Las palabras van apareciendo como insectos y el espacio virtual se va llenando de raros zumbidos que, en todo caso, son más amables que las voces violentas que me rodean. La música no debería dañar el oído. Creo que lo dijo Mozart. La vida es corta para todos. Esa, para mí, es la cuestión principal. Me sorprende que la gente se moleste cuando hablo de estas cosas en vez de tener, como se dice, pensamientos positivos. Pero la muerte, reina imbatible del destino, debería ser más respetada. No para ponerse a llorar o paralizarse. Al contrario. Para actuar más responsablemente. Para meditar. Para producir pequeñas huellas en la arena del gran Sahara que habitamos. Si quedan huellas alguien podrá poner el pie en el lugar creado por los que se fueron. Pero vivir sin dejar huellas, vivir con miedo, rodearse de redes de seguridad, en fin, no veo cuál es el chiste. Una vez más digresiones. Me voy del eje, como suelo decir en mis cursitos. No puedo sostener un planteo coherente. Hace demasiado calor en Buenos Aires como para preocuparme por tonterías. Aceptar el riesgo de vivir. Otra idea. Aceptar la frustración. Una idea más. Sostenerme para sostener. Y eso (eso) es todo por hoy.
L.
L.
Si las palabras
Si las palabras tuviesen algo que ver con lo que nombran qué fácil, sí tan fácil sería todo. Si hubiera algo del mar en la palabra mar, al menos una gaviota o un grano de arena o un poco de viento alzando las faldas, qué fácil, sí tan fácil sería todo. Si cuando dos personas se ponen a conversar se dijeran algo significativo, es decir, si llegaran a alguna conclusión amorosa, erótica, prometedora, lunar y con vistas al futuro, qué fácil, si tan fácil sería todo. Pero las palabras no nombran a las cosas. Pero las palabras refieren, apenas, a ellas mismas. Y uno se queda solo un día frente al mar y sabe que todo eso que está viendo y oliendo no se deja nombrar de ninguna manera. Y en condiciones semejantes sí, tan difícil, qué dificil es todo.
L.
Escribir el sexo
Hay una eterna discusión entre los escritores acerca de cómo abordar la escritura del sexo, esto es, de todo lo que se relaciona con el contacto real entre los cuerpos. Están los que dicen, en nombre del refinamiento, que debería evitarse la vulgaridad y decir las cosas por elevación y nunca directamente. Otro grupo sostiene lo contrario. Debemos llamar a las cosas por su nombre y sin pudor siempre y cuando sea respetado en toda la línea el registro elegido. En general se afirma que el erotismo es más parecido a la literatura en cualquiera de sus formas. ¿Por qué? Porque sugiere en lugar de mostrar todo. De esto último, según el punto de vista predominante, ya se ocupa la pornografía que, al mostrar todo, puede excitar pero jamás conmover. Pienso que todos tienen razón. Convendría, eso sí, cerrar la discusión con un breve y definitivo aforismo de Oscar Wilde. La única moral de un libro pasa por la buena calidad de su escritura.
L.
L.
Clases medias argentinas
No existe nada más peligroso que un burgués asustado. Creo que la frase corresponde a Bertolt Brecht pero no estoy seguro. Igual en una frase importa, más que el autor, lo que dice. Nada más peligroso que un burgués asustado. En tiempos de la última dictadura militar (1976-1983) las clases medias argentinas miraron para otro lado. Cuando se hablaba de chicas y chicos detenidos, torturados, desaparecidos, violados...la respuesta casi generalizada de las clases medias fue, como se sabe, "en algo habrán andado". Y sí. Muchas de las víctimas cometieron el pecado de andar en algo y por eso fueron exterminados como moscas por las fuerzas armadas de la patria (no tan heroicas en Malvinas, dicho sea de paso). Bajo el período menemista las clases medias locales vivieron en un estado casi orgásmico. El uno a uno (un peso/un dolar) les permitía viajar barato a Miami y comprar aparatos electrónicos y perfumes a bajo costo. La fiesta menemista terminó con el estado-nación virtualmente arrasado, y, ya con De la Rúa en el poder, ocurrió la crisis de 2001 y la retención de ahorros en los bancos. El burgués asustado tuvo, en este caso, una actitud digna de su estirpe. Muchos vecinos se organizaron en asambleas barriales, que la derecha se apuró a definir como soviets, y todo terminó cuando se reabrieron los cajeros automáticos. Hoy las clases medias retoman antiguas y venerables tradiciones y adoptan, de manera obediente y acrítica, el comportamiento dictado u ordenado por los medios hegemónicos de comunicación. Hoy las clases medias acusan a la presidenta argentina de yegua, de puta, de conchuda y atacan duramente a "los negros" como ya ocurriera con los judíos en la Alemania hitleriana. La dificultad para atesorar dólares y especular es, sin duda alguna, algo mucho peor que la dictadura militar y sus desmanes. Las clases medias muestran como siempre su altísimo nivel cultural, sus doctorados y maestrías, su excelente grado de educación. No mucho más que decir sobre un tema que, por lo visto, excede todos los análisis. Para terminar va otra frase cuya autoría desconozco. Cuidado con lo que busques....Lo puedes encontrar.
L.
L.
El show de la intimidad
Un acto íntimo, autobiográfico, contado tal como fue, carece de todo interés. Esto es así por razones técnicas y poco tiene que ver con la vieja discusión entre ficción y realismo. El verdadero realismo requiere de invención e imaginación, y, sobre todo, de buena escritura. El realismo vulgar, predominante en las redes sociales, no ofrece resultados interesantes y ni siquiera estimulantes. Nunca. ¿Por qué? Porque sus autores son inconscientemente deshonestos. Usan palabras previsibles (eso de hablar como habla todo el mundo todo el tiempo), no ahondan en los hechos que describen porque en el fondo no creen en ellos. Una escritura verdadera, al igual que una vida verdadera, sale del marco, incursiona audazmente en las oscuras profundidades, no teme al qué dirán, dice lo que tiene que decir de la manera más brutal y directa posible. En esto último, y no en los adornos y rodeos al uso, radica la honestidad artística y humana.
L.
domingo, 4 de noviembre de 2012
Romeo y Julieta I
La más hermosa historia de amor que se ha escrito es, tal vez, Romeo y Julieta. Lástima que el resultado de esa pasión fue desastroso. Ella tenía apenas catorce años. Él dieciocho. Murieron los dos por peleas familiares más una tonta demora en el correo de Verona. Qué linda historia. Aún así podemos ver lo positivo. Porque al morir antes de tiempo Julieta y Romeo se salvaron del inevitable desgaste tan propio de la modernidad: toallas en el piso, cuentas sin pagar, quién lava los platos, celulares delatores, diálogos duros, infidelidad, problemas en la cama, embarazos no deseados, etcétera. No todos los enamorados tienen tanta suerte.
L.
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