Las necesidades olvidadas y despreciadas por antiguas o irrelevantes son justamente aquellas que quisiéramos recuperar. La necesidad de amor, por ejemplo. La de sentir la vida en su estado más primitivo e impuro. La de renacer y empezar de nuevo una y mil veces. Conviene entonces volver a la sed perdida, es decir, no dar por superadas las ganas de beber directamente de la fuente todo aquello que alguna vez sentimos y ahora olvidamos o cubrimos piadosamente con la alfombra. Quitar la alfombra. Recuperar el deseo y, sí, hacerle un lugar como a un oasis en medio del gran Sahara de la existencia.
L.
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