miércoles, 7 de noviembre de 2012
La libertad
Algunos supuestos libertarios interpretan el sentido profundo y amoroso de la palabra libertad como una especie de peaje sin costo alguno para pasar por todas las autopistas del mundo. Es gente que no está dispuesta a pagar el precio de los actos. Pero eso es imposible si se tienen en cuenta las leyes de la física, la economía o del comportamiento social. Uno puede hacer con su vida lo que quiera. Un hombre, por dar un ejemplo vulgar pero expresivo, puede tocarle el culo a una mujer en la calle o en el metro. Puede realizar su deseo con entera libertad. Pero si lo hace debe saber también que se expondrá a una cantidad infinita de consecuencias desagradables. Dicho más directamente. Ese hombre tendrá que pagar por su gesto de libre albedrío. Es, podría decirse, como la ley general de las compensaciones. Pero algunos supuestos libertarios que están enojados con la realidad presente -que como toda realidad es en parte enojosa- no asumen la segunda parte, es decir, el pago. Y por eso salen a la calle, gritan y odian con una energía digna de mejores causas. Porque no quieren pagarle nada a nadie. Quieren ser libres en la acepción más rudimentaria, triste y peligrosa del término.
L.
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