miércoles, 4 de junio de 2014

A cuatro manos


Las manos que acarician y dan placer son también capaces de asfixiar, matar, torturar sin pausa. Las manos que se tocan y encuentran pueden alzarse y poner límites, separar a unas personas de otras, reprimir justos reclamos, apretarse en un puño y partir un vidrio en miles de pedazos. Las manos que se ahuecan para recibir la tibia ofrenda pueden también endurecerse como piedras en un muro, hundirse en el agua de un río, excitar un cuerpo o quitarle toda esperanza. Pensar en las manos. Son culpables e inocentes a la vez.
L.

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