Supe lo del accidente de Nico por Lara, su novia reciente. Me llamó y contó rápido y con voz quebrada la caída de la moto, la lluvia en el asfalto resbaloso, el hospital, las piernas a punto de ser amputadas, es decir, un accidente grave por donde se lo viera. Me lo dijo llorando o casi. La voz en el teléfono no se oía bien. Le pregunté si quería que la acompañara a verlo y respondió no gracias. La respuesta me tranquilizó. No me gustan los hospitales. No iba a gustarme ver a Nico, un genio del fútbol cinco, un modelo en todo sentido para mí, destruido ahora en una cama. Lo que me gusta es tocar tambores. Es algo que aprendí en largas veladas de rumba. Igual, no sé por qué, lo del accidente me dejó mal y pensé en Nico. Eso le pasa por andar en moto una noche de lluvia. Me levanté, me bañé, me vestí y alguien tocó a la puerta. Era Lara. Ella entró en la casa como una tromba y se puso a tocar los tambores alineados en el patio. El quinto, el salidor, el tres golpes. Por ser inexperta no lo hacía mal. Le pedí que terminara. Pensemos en Nico, le dije muy serio. Ella sonrió y se levantó de un salto. Me pidió, ahora sí, que la acompañara al hospital. Se quedará sin piernas, confirmó como si hablara del tiempo. Un poco después recordé algo. Supe por los amigos del parque, quiero decir, los que nos juntamos los domingos a tocar, que Lara y Nico habían ido a un hotel de esos y que al parecer la habían pasado bien. Cada uno de ellos se ocupó de expandir la información y de jactarse de lo bien que la habían pasado. Eso fue el miércoles o tal vez el viernes. No. Fue el jueves. ¿Lo de la moto cambiaría las cosas? Fui con Lara al hospital y estuvimos sentados en la cama de Nico dos o tres horas. Lara hacía morisquetas y yo contaba mis aventuras con la rumba. Nico no estaba de humor. En un momento fui al baño a lavarme las manos. No sé por qué lo hice pero lo hice. Al rato vino también Lara y sin querer o queriendo aproximó la cadera a una de mis piernas. El contacto duró unos segundos. Salimos de ahí un poco tristes por la situación de Nico al parecer irreparable. ¿Volvería a caminar? ¿Podría pasarnos algo parecido a nosotros? ¿Puede ser que la vida dependa para todos de tanto y de tan poco? Se lo dije a Lara mientras caminábamos de regreso al barrio. Ella cambió de tema abruptamente. ¿Vamos a bailar el sábado?, disparó como si nada más importara. Podría ser, le dije. Pero Nico...Ella no me dejó seguir y me besó. Me besó no en la boca pero cerca. Creo, no estoy seguro, que fue el primer beso de ese tipo que recibí en la vida. No fue en la boca pero casi.
L.
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