Pedro Páramo, del mexicano Juan Rulfo; Desgracia, del sudafricano J.M.Coetezee; Seda, del italiano Alessandro Baricco; Tres rosas amarillas, del estadounidense Raymond Carver; La vida breve, del uruguayo Juan Carlos Onetti; Relatos completos, del checo Franz Kafka; El libro del desasosiego, del portugués Fernando Pessoa/Bernardo Soares; Todos los fuegos el fuego, del argentino Julio Cortázar; El laberinto de la soledad, del mexicano Octavio Paz; Los pasos perdidos, del cubano Alejo Carpentier; Nueve cuentos, del estadounidense J.D.Salinger; Los dominios perdidos, del chileno Jorge Teillier; Paradiso, del cubano José Lezama Lima; El amante, de la francesa Marguerite Duras; El silenciero, del argentino Antonio Di Benedetto; El día de la muerte de Ricardo Reis, del portugués José Saramago; Lo bello y lo triste, del japonés Yasunari Kawabata; La broma, del checo Milan Kundera; Las ciudades invisibles, del italiano Italo Calvino; Walden, del estadounidense Henri David Thoreau; La ribera, del argentino Enrique Wernicke; Sostiene Pereira, del italiano Antonio Tabucchi; El libro de la arena, del argentino Jorge Luis Borges; Memorias de Adriano, de la francesa Marguerite Yourcenar; Esculpir en el tiempo, del ruso Andrei Tarkovski; Residencia en la tierra, del chileno Pablo Neruda; La guerra del fin del mundo, del peruano Mario Vargas Llosa; El extranjero, del argelino Albert Camus; Orlando, de la inglesa Virginia Woolf; Nadie encendía las lámparas, del uruguayo Felisberto Hernández; Diálogos con Leucó, del italiano Cesare Pavese. Y de este mismo autor, aunque la cifra suba a 31, la extraordinaria novela La luna y las fogatas. Lo siento. También faltaron Rayuela, la novela rupturista de Cortázar, y El país de las últimas cosas, de Paul Auster.
L.
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