Qué pena que la suerte o la mala suerte no dependan del martes 13 o el miércoles 14. Es una lástima que no podamos influir en el destino colocando el salero sobre la mesa. O cruzando los dedos. O tocándonos el testículo izquierdo los hombres y la teta izquierda las mujeres. O, aunque más no fuera, haciéndonos la señal de la cruz al pasar junto a una iglesia. Pero, pensándolo mejor, qué suerte saber que nuestro futuro no depende de esas cosas. De ningún dios, ningún salero, ningún maldito o bendito martes 13. Porque entonces quiere decir que todo lo bueno y lo malo del mundo puede ocurrirnos de manera inesperada y al margen de cualquier superstición. Qué bueno sentirnos responsables por todos y cada uno de nuestros actos. Entender que no hay padre ni madre ni dios ni amor ni ideal ni balsa que nos ahorre el naufragio. Qué suerte llegar al océano y aprender por fin a flotar y a nadar con libertad y atrevimiento.
L.
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