jueves, 1 de noviembre de 2012

Anotaciones I

Pese a lo que sostiene la teoría de la comunicación, y a lo que todo el mundo da por confirmado, el lenguaje no comunica. Y si lo hace se vuelve autoritario para bien o para mal. La idea no es fácil de demostrar. Empieza por algo sabido por todos. La palabra no tiene referentes válidos en la vida real. Nada hay de la luna en la palabra luna. No hay perros en la palabra perro. El único referente de la palabra es la palabra misma. O su capacidad limitada para separar la luna de un perro. No mucho más. La palabra puede ser vehículo del deseo. Puede ayudar a pensar. Puede cumplir diversas funciones. Pero no comunicar. La gente en general no se entiende hablando. Para colmo están las cadenas significantes. Una palabra evoca a otra y a otra y a otra. Finalmente se pierde la punta lejana del ovillo. Por eso cuando le digo algo a Andrea, mi coequiper del blog, ella, hablando de tú como buena colombiana, me pregunta siempre: ¿pero qué quieres decir? Y en ese juego mi respuesta ya no importa.
L.

No hay comentarios:

Publicar un comentario