Hay un interés casi enfermizo en los suplementos culturales de los diarios, también de parte de algunas editoriales, por publicar, traducir y analizar cartas de amor enviadas entre escritores o parejas de escritores o hijos de gente famosa en general. Se entiende. Los papeles amorosos y eróticos permiten meterse hasta en la cama de Flaubert, Wilde, Freud, Kafka, Joyce -casi un pornógrafo- Virginia Woolf, Pavese o Sartre y Simone de Beauvoir. Qué festín. Si se acostaron o no. Si se pelearon. Si lo hicieron contra natura, a favor de natura o ignorando a natura. Uno trata de pensar en el presente donde las cartas de amor acabaron, no se entienda mal, naturalmente. Ahora con suerte hay mails y a veces ni eso. Quizás un mensajito de texto con las letras TKM. O nada. ¿Qué voyeurs del futuro se meterán entre qué sábanas virtuales para adivinar las apetencias sexuales y espirituales del pasado, es decir, de nuestro volátil presente? La respuesta es demasiado clara. Ninguno. No habrá pruebas de nada. Sólo huesitos, montones de ceniza arrojada al viento, como mucho algún polvo enamorado y...no mucho más. ¿Nostalgia de tiempos idos? En absoluto. Realismo en estado puro.
L.
No hay comentarios:
Publicar un comentario