lunes, 11 de febrero de 2013
Palabras caídas
El jueves olvidé la palabra corteza. Queriendo recuperarla me acerqué a un árbol de la calle, toqué la superficie rugosa y atravesada por lechos vacíos, esa piel áspera donde los amantes inscriben sus nombres unidos. Pero fue inútil. Nada hay en la cosa de aquello que la nombra. Entré a Internet, puse algo así como "partes de un árbol" y por fin la encontré. Anoche olvidé las palabras Peter Handke, nombre del guionista de Las alas del deseo. Me salvó Paula con su blackberry. Una amiga llamó ayer porque no podía recordar el nombre de una película japonesa. Otra vez Paula solucionó el problema. El secreto del bosque, se llama. Y así todos los días. Albert Camus, ovarios, el extranjero, alacena, guanábana -fruta exótica de Colombia- nombres de escritores y futbolistas, hechos políticos, fechas y aniversarios que no deberían olvidarse. ¿Cuándo conocí a Paula? ¿A qué hora exactamente acaricié sus pechos por primera vez? ¿Cuándo fuimos a caminar de la mano por la zona de Puerto Madero? Ella, cansada con razón de mi amnesia, también recupera ese dato para mí. Todo ocurrió el 17 de marzo de 2009. Seguramente volveré a olvidar el aniversario. Pero no el beso en el anfiteatro. No la mano de ella entrando por la parte de atrás de mi pantalón, no el regreso a su departamento, algo que empezó así cuatro años atrás. Quién sabe. Caen las palabras. Caen las hojas. Queda el tronco erguido, las ramas desnudas y la sombra proyectada para siempre en la pared.
L.
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