lunes, 18 de febrero de 2013
La sed de absoluto
La sed de absoluto me deja sin agua. La misma sed de siempre. La belleza intacta de un recuerdo falso sobre cuyas ruinas construyo un altar sin dioses. ¿Qué me diferencia del místico o el suicida? Muy poco. La cosa nunca es la cosa del todo. El amor se quita las medias y se realiza, también, a medias. El beso no puede extenderse al infinito. De pronto las bocas se separan, vuelven a sellarse los labios húmedos, las lenguas dejan de ser protuberancias extensibles. La sed de agua me deja sin absoluto. La plenitud del mar es siempre un poco menos de espuma, una ola más ligera, una mancha de amor en la sábana que no acaba de secarse. La sed de pureza me vuelve impuro, incompleto, seco y vacío como un beso desnudo.
La sed de absoluto me deja sin agua.
L.
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