Eso que alguna gente llama amar, desear, acariciar, enamorar, termina convertido a veces en una sucesión de confusiones o en una perfecta sociedad anónima donde toman su lugar las instituciones, las elecciones y, con suerte, las eyaculaciones. Ningún amor de verdad se deja meter en esas camisas de fuerza. Y, además, ningún amor se elige. Romeo no eligió a Julieta. Si el amor fuese algo que se organiza, si fuera voluntario, si se eligiera, bueno, también elegiríamos la lluvia, la noche, los sueños, las revoluciones y, por qué no, el destino. El amor no busca ni se busca. El amor sucede.
L.
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