jueves, 14 de febrero de 2013
Pantallas
Hubo un tiempo que fue hermoso donde existían personas que se miraban a los ojos, hombres y mujeres que observaban los bosques, el mar, los cuerpos tendidos en la playa desierta y ventosa. Hubo un tiempo que fue hermoso donde había personas reales. Pero ya todo aquello terminó. La gente real se volvió irreal, se volvió foto digital, mensaje de texto, holograma. Hoy la gente mira pantallas. En el transporte público, en la calle, en el hotel por horas, en la oficina, en el cine, en la facultad. Sólo pantallas de distintos brillos, sonidos y tamaños. Grandes, medianas, mínimas. Es inútil observar a una mujer hermosa en el metro esperando que alce de pronto la cabeza y nos vea y nos ame con desesperación. El acto de mirarse y desnudarse con los ojos fue suspendido para siempre. Parece que algo muy importante sucede en las pantallas, en los cables negros, en los auriculares que aíslan a la humanidad de sí misma. Algo invisible ocupa todos los espacios y el máximo interés de los seres ya disueltos. Ni cuerpo, ni aliento, ni olor, ni siquiera una única gota de sudor. Ya todo aquello pasó. Pantallas luminosas. Sólo pantallas.
L.
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