La mujer obscena, sucia, promiscua, brutal, siente de pronto una desesperada y olvidada sed de pureza o limpieza necesaria. No sabe dónde está pero la busca/la añora. Ella quiere un varón de verdad. Piensa en un hombre que tenga todo lo que un hombre debe tener. Pero eso solo y solamente no le basta/ ya no alcanza. Necesita ya mismo una dosis de poesía, nubes de encanto y no de espanto, música ligera, recuerdos inventados de bosques y jardines ignotos, viento que la salve del desastre. La mujer de la calle busca el mar y la tormenta. La mujer de su casa quiere entrar al cuarto que estuvo siempre cerrado. Se aburre de lo vulgar. Quiere alejarse para siempre de las convenciones que la ahogan y que acabaron convirtiéndola en una mujer obscena, sucia, promiscua, brutal. Algo sucede sin embargo. La mujer siente de pronto que un puño se abre dentro suyo hasta adquirir la forma de una mano de rey destronado que baja lenta y lentamente por su espalda desnuda.
L.
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