domingo, 17 de febrero de 2013
El primer desnudo
Todo había empezado más o menos bien. Paula estaba parada sin bombacha pero con remera junto al sillón donde yo leía algo sin mucho interés. Le pregunté cuál fue el primer hombre desnudo que había visto en su vida. Mi padre, dijo. La imagen de mi padre en el espejo de un baño. Eso había ocurrido durante un verano en Villa de Leiva, una ciudad colombiana donde suelen hacerse concursos de barriletes o cometas como los llaman allá. La conversación continuó en paz y sin cambiar de eje. ¿Y cuál fue el segundo? Para ese entonces Paula, sentada ya en el suelo, se había puesto un pantalón corto. Yo, interesado en la conversación, había dejado el libro en una mesa. El segundo fue Javier, dijo de pronto. Fue el primer hombre con el que tuve sexo. Conocía esa historia. Javier se había portado con Paula como un torpe atleta y había dejado la televisión prendida en el hotel por horas. Cuando todo terminó el hombre se puso a ver un partido de fútbol. A mí me interesaba saber qué había sentido Paula al ver por primera vez y sin límite alguno el primer desnudo masculino y frontal. Nada, me dijo. No sentí nada. En esos años yo sólo quería experimentar el amor en carne propia. Me había cansado de enterarme de la vida por los libros. ¿Todavía lo recordás?, pregunté como si el tema no importara. Lo recuerdo a veces, deslizó Paula en voz baja. Y fue en ese punto donde empezó la discusión.
L.
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