El ser impoluto, el santo, el puro, el místico, todos ellos son uno que de pronto se aburre de la pureza extrema. El ángel se harta de ser ángel. Ahora tiene sed de suciedad. Se cansa de las alas blancas. Del vuelo alto. Ahora le molesta su coraza eterna frente a las tentaciones bajas e indignas. El pequeño dios no tiene sudor, no tiene pelos en el pecho, ni siquiera un poco de mal aliento. Pero aún así. Y un día, porque siempre llega un día para todos, el ángel decide perder sus atributos y baja de una vez a la tierra maldita. El descenso es bello y traumático al mismo tiempo. El ser impoluto, el santo, el puro, el místico, pierde las alas. Ahora tiene pelos en el pecho, nalgas, genitales. El ángel se ha convertido en hombre. Hoy es una especie de obra en construcción o destrucción. Nunca se sabe. Huele, pesa, orina, se mancha, ama, se angustia. Nace por fin.
L.
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