Para los escritores y artistas las creencias son un obstáculo insalvable y peligroso. Las ideas fijas conspiran contra la corriente libre del río, del viento, del fuego y de la vida. Las ideas fijas, los dogmas, las religiones en un sentido amplio anulan todo atrevimiento estético y sensual. No hace falta aclarar que los escritores y artistas pueden tener todo tipo de creencias. Pero no deberían permitir que los credos se inmiscuyan en sus producciones. Si eso ocurriera las obras se asimilarán más a la predicación (el fatídico mensaje) que a la invención pura y virtuosa típica de los grandes creadores. La única moral de un libro -dice Wilde- radica en que esté bien escrito. Lo demás pertenece más al campo de la corrección política o la mojigatería que a la tan necesaria verdad del arte y de la vida.
L.
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