Mi cuento preferido de Cortázar se llama El otro cielo y narra la historia de un hombre dividido entre dos mundos. Uno parece real y está situado en Buenos Aires. El hombre trabaja en la bolsa, alterna con una novia previsible (Irma), convive con gente con la que no puede hablarse de lo que importa. El otro es un mundo paralelo y acaso imaginario situado en el siglo pasado. El héroe está enamorado de una puta en peligro llamada Josiane. Ahí todo es emocionante. Al protagonista le basta entrar de noche por ciertas galerías del centro y mágicamente aparece en París. Transcurrido un tiempo la oscilación se vuelve insostenible. El protagonista se casa con Irma y mira sin ganas las plantas del patio. El relato me gusta porque plantea un problema. ¿Podemos escapar del mundo real? ¿Podemos trasladarnos a París y acostarnos realmente con la imposible Josiane? Ni una cosa ni la otra. Podemos quizás construir una escalera individual o colectiva donde al menos una vez por día o por semana bajemos a las galerías como forma secreta, casi prohibida, de subir al cielo.
L.
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